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Confesión

 

¿Qué significa el sacramento de la confesión y cuándo y cómo debo confesarme?

El sacramento de la confesión (de la penitencia de la confesión es la celebración del amor misericordioso de Dios, que nos perdona los pecados por medio de Cristo muerto y resucitado, y quien, mediante el ministerio de la Iglesia, nos reconcilia con Dios y con los hermanos. Confesarse significa, por tanto: ponerse a escuchar la Palabra de Dios y reconocer el propio pecado y celebrar el amor misericordioso de Dios Padre, que:

  1. Perdona nuestros pecados, lavándonos con la sangre de su Hijo.
  2. Nos comunica su misma vida divina (gracia sacramental).
  3. Nos reconcilia con Él y entre nosotros, reconociendo nuestro vínculo de hermandad universal.
  4. Acoge y fecunda nuestro compromiso personal de continua conversión inaugurado en el Bautismo y que se acrecienta por las exigencias de la celebración eucarística.
  5. Abre nuestro corazón arrepentido al soplo del Espíritu Santo, que conduce a la justicia, la caridad, la libertad, la vida y la alegría.

¿Quién ha instituído este sacramento?

Lo ha instituído Jesucristo en la noche de Pascua, cuando, mostrándose a sus discípulos, les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes remitiréis los pecados le son remitidos; y a quien se los retuviereis, le son retenidos» (Jn 20,22-23).

¿Por qué es necesario confesarse?

Porque todo cristiano, después del bautismo, comete pecados.

¿Y el que dice que no tiene pecados?

Es un mentiroso o es un ciego. «Si decimos que no tenemos pecados, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros». (1 Jn 1,8).

¿Cuándo se comete un pecado?

Cuando se desobedece a Dios, a su amor, a la ley que nos ha dado, mediante Cristo, para indicarnos el buen camino para nuestra felicidad plena y la perfecta realización de nuestro ser.

«Cometí la maldad que aborreces.» (Sal 51,6). Es Cristo, con su Palabra y con sus muerte y resurrección, quien muestra plenamente al hombre su pecado y la gravedad del mismo.

¿En qué sentido el pecado ofende a Dios?

El pecado ofende a Dios en el sentido que:

  • Hiere y destruye al hombre que Dios ha creado y que ama.
  • Resquebraja o rompe el diálogo de Dios con el hombre.
  • Rechaza su Palabra (ley, enseñanzas…) que son el bien verdadero del hombre.
  • Ofende a Dios no tanto en su honor, cuanto en su amor.

De modo particular, el pecado es causa de la muerte de Cristo, Hijo amado del Padre.

¿Todos los pecados son iguales?

Ciertamente no. Los pecados se diversifican por ejemplo en cuanto a la gravedad y a la tipología.

  • En cuanto a su gravedad existen pecados mortales y pecados veniales.
  • En cuanto a la tipología hay pecados: de pensamiento, palabra, obra y omisión. Contra Dios, contra el prójimo, contra nosotros mismos, contra la creación.

¿Cuándo se comete un pecado mortal?

Para cometer un pecado mortal, deben darse tres condiciones:

  • Materia grave.
  • Plena conciencia.
  • Consentimiento deliberado.

¿Quién establece la materia grave?

Es Dios (y no nosotros o la gente…) que determina cuál es la materia grave. Dios la indica de modo particular en los diez mandamientos y en las enseñanzas de Cristo, que la Iglesia continúa proponiendo.

¿Cuándo se comete un pecado venial?

Cuando no existe materia grave, o bien, en caso de que haya  materia grave, falta la plena conciencia o el consentimiento deliberado.

¿No basta con pedir perdón a Dios por los propios pecados in tener que confesarse?

Cada uno de nosotros puede y debe pedir perdón a Dios en todo momento, particularmente después de haber cometido un pecado mortal, antes de irse a dormir por la noche, o al inicio de la celebración de la Santa Misa. Pero Dios nos perdona algunos pecados (los pecados mortales) cuando nos acercamos arrepentidos al sacramento de la confesión, querido e instituido por su Hijo Jesucristo. Por otra parte, siendo Dios el que perdona, Él tiene el derecho de indicarnos el modo a través del cual él nos concede su perdón.

Ciertamente el pecado no es perdonado si no hay arrepentimiento personal, pero en el orden actual de la Providencia, la remisión está subordinada al cumplimiento de la voluntad positiva de Cristo, que ha vinculado la remisión de los pecados al ministerio eclesial o, al menos, a la voluntad de recurrir a él lo más pronto posible, cuando no exista la posibilidad inmediata de la confesión sacramental.

¿Cada cuánto tiempo debemos confesarnos?

Debemos distinguir entre pecado mortal y pecado venial.

  • En el caso del pecado mortal: debemos confesarnos inmediatamente después, a fin de obtener el perdón y evitar el infierno en caso de muerte. Si no es posible confesarse inmediatamente por falta de un sacerdote, al menos se debe pedir perdón a Dios por el pecado cometido y buscar la confesión sacramental lo más pronto posible. La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario con el cual el fiel, consciente del pecado cometido, es reconciliado con Dios y con la Iglesia.
  • En el caso de los pecados veniales: si se tiene sólo pecados veniales, el tiempo que puede transcurrir entre una confesión y otra depende de la sensibilidad espiritual de cada quien. Algunos santos se confesaban todos los días. ¡Y eran santos! La Iglesia, como buena madre, indica en sus preceptos un mínimo: «Confesarse por lo menos una vez al año». Según la sugerencia de buenos Padres Espirituales, sería oportuno para un cristiano que no tiene pecados mortales, confesarse al menos una vez al mes, o a más tardar cada dos meses.

¿Es  necesario confesarse antes de acercarse a la comunión?

Quien es consciente de haber cometido un pecado mortal debe confesarse antes de comulgar. Si se han comentado sólo pecados veniales, entonces se puede acercar a la Comunión después de haber pedido perdón al Señor al inicio de la Misa (cf. Rito penitencial). Es también aconsejable confesar con frecuencia los pecados veniales.

¿Por qué es aconsejable la confesión de los pecados veniales?

Es oportuna la búsqueda, humilde y llena de confianza, del sacramento de la Penitencia, ya que este sacramento:

  • Hace crecer la gracia.
  • Afianza las virtudes.
  • Ayuda a disminuir las tendencias negativas heredadas del pecado original y agravadas por los pecados personales.
  • Forma una conciencia recta.
  • Ofrece el don de la serenidad y de la paz, hecho mismo que aumenta la gracia.

¿Cómo confesarnos?

  • Se prepara la celebración del sacramento con momentos de oración.
  • Después es necesario hacer un examen de conciencia, confrontándonos con el ejemplo y las palabras de Cristo. Es conveniente leer un pasaje de la Sagrada Escritura.
  • A la luz de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, se reconocen los propios pecados, pidiendo perdón a Dios y comprometiéndose a «cambiar».
  • Nos acercamos después al sacerdote (diciendo en primer lugar, el tiempo que ha transcurrido desde nuestra última confesión y concluyendo que se tiene la intención de confesarse también por los pecados que no se recuerda y aquellos del pasado.
  • Se confiesan los propios pecados.
  • Se escuchan las palabras del sacerdote.
  • Se acepta la penitencia que es impuesta.
  • Se manifiesta el propio arrepentimiento, motivado sobre todo por el amor a Dios.
  • Se recita el acto de contrición (u otra fórmula semejante).
  • Se recibe con fe la absolución: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.»
  • Se agradece al Señor por el don sacramental recibido, renovando el propio compromiso de conversión.

¿Basta con una confesión general de los propios pecados?

No, no basta. Se rechaza cualquier uso que limite este sacramento a una confesión general (por ejemplo, decir: «Padre, peque, deme la absolución…») o a decir sólo los pecados considerados más significativos. El cristiano está obligado a confesar, según la especie y el número, todos los pecados cometidos después del Bautismo y no confesados todavía, de los cuales se tenga conciencia después de un buen examen.

¿Cómo se hace un buen examen de conciencia?

Dejándose iluminar por la Palabra de Dios (la Biblia). De hecho, es la Palabra de Dios que:

  • Revela el pecado.
  • Invita a la conversión.
  • Exhorta al bien.
  • Anima a actuar imitando a Cristo.
  • Anuncia la misericordia de Dios que lava el pecado del hombre con la Sangre de Cristo y da la gracia del Espíritu Santo que santifica al hombre.

¿Es posible confesarse durante la misa?

Sí, es posible, pero es mejor confesarse antes de la misa o buscar otro momento durante la semana, ya que no pueden celebrarse bien dos sacramentos al mismo tiempo. La celebración de la Confesión da lugar a la superposición que termina por dar estos dos eventos de salvación, fundamentales para la vida cristiana y, por tanto, necesarios cada uno de un tiempo específico para su celebración. Por tanto, se aconseja a los fieles acercarse al sacramento de la penitencia fuera de la celebración de la misa y elegir un momento de tranquilidad para sí mismo y para el sacerdote confesor, para así celebrar dignamente el sacramento.

¿Está siempre obligado el confesor a guardar el secreto?

Ciertamente, el confesor está obligado a guardar siempre el secreto de confesión, sin ninguna excepción y bajo penas muy severas. El confesor debe mantener el secreto absoluto de los pecados confesados de los penitentes, aún cuando eso le cueste la vida.

¿Todos pueden recibir la absolución?

No pueden recibir la absolución los no bautizados. No puedes recibir válidamente la absolución los penitentes que viven en estado habitual de pecado mortal (por ejemplo los divorciados y vueltos a casar) y en caso de que no tengan la intención de cambiar su situación.

En todo caso, el pecado grave no es perdonando si no existe el arrepentimiento personal y el propósito de enmienda.

Algunos pecados particularmente graves, penados con la excomunión, pueden ser absueltos sólo por el Papa o por el Obispo. En caso de peligro de muerte, cualquier sacerdote puede absolver cualquier pecado o excomunión.

¿Qué relación existe entre las celebración del sacramento de la confesión y la vida cotidiana?

La celebración del rito sacramental de la penitencia está fuertemente vinculada a la vida cotidiana. Confesándose, se adquiere el compromiso ante la comunidad y ante Dios, de volver a caminar por la opción cristiana fundamental, de llevar a cabo todo aquello que Cristo ha propuesto como camino para la verdadera y definitiva liberación del hombre, para la plena y jubilosa comunión con Dios y con los hombres.

«Ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.» (1 Cor. 6,11). Por tanto caminad en la vida nueva. «Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación.» (1 Tes. 4,3).


¿Cómo hacer el examen de conciencia para celebrar el Sacramento de la Reconciliación?

¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas? ¿La última vez has confesado todos los pecados graves cometidos? ¿En las confesiones pasadas has escondido voluntariamente algún pecado mortal? ¿Hace cuánto tiempo no comulgas? ¿Has recibido siempre con buena preparación la comunión? ¿Has comulgado siendo consciente de estar en pecado mortal sin antes haberte confesado? ¿Has profanado la Eucaristía cometiendo algún sacrilegio? ¿Has faltado el respeto al Santísimo Sacramento acercándote a la comunión, sin la debida preparación como el ayuno previsto, estando en conversación con otras personas, riéndote, sin pensar a Quién ibas a recibir? ¿Haces alguna penitencia los días viernes? ¿Sabes vivir con austeridad, sobre todo, los días que la Iglesia lo manda? ¿Has comido carne los viernes de cuaresma? ¿Has ayunado el miércoles de ceniza y el viernes santo? ¿Ayudas a la Iglesia en sus obras (misiones, seminario, sustentamiento del clero, etc.)?

No tendrás otro Dios fuera de mí

¿Crees en Dios, Padre y Salvador tuyo y de todos los hombres? ¿Está tu vida orientada a Dios? ¿Lo amas como hijo? ¿Lo tienes en primer lugar entre los valores de tu vida? ¿Profesas la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo? ¿Haces oración en la mañana y en la noche? ¿Vives las virtudes de fe, esperanza y caridad? ¿Consideras la fe como un don precioso para cultivar? ¿Te preocupas por crecer en la fe? ¿Estás convencido de tu fe católica? ¿Buscas y aceptas la voluntad de Dios durante el día, sobre todo en los momentos difíciles? ¿Buscas conocer, profundizar y te dejas orientar en las verdades de la fe cristiana? ¿Has alejado a alguien de practicar la fe cristiana católica? ¿Confías en el amor de Dios o te desanimas y desesperas delante de las dificultades de la vida, maldiciendo o siendo rebelde? ¿Eres supersticioso? ¿Llevas contigo amuletos u objetos que alimenten tu superstición? ¿Crees en el horóscopo? ¿Consultas adivinos, magos, quirománticos, brujos? ¿Has participado en sesiones de espiritismo?

No nombrar el nombre de Dios en vano

¿Respetas y amas el nombre de Dios y de la Santísima Virgen María? ¿Has dado testimonio con coraje de tu fe? ¿Has hecho afirmaciones falsas y heréticas sobre Dios, por ejemplo: «Dios no es justo.» «Dios es cruel.» «Dios es malo.» «Dios se divierte con los sufrimientos de los hombres.» «Dios se olvida de los buenos.» Etc.? ¿Has contado hechos y chistes blasfemos? ¿Has hecho juramentos falsos o ilícitos o sin necesidad? ¿Has mantenido los votos y las promesas hechas?

Recuerda santificar las fiestas

Las 24 horas del domingo y de los días de precepto constituyen «el día del Señor»: ¿las has santificado con la oración, cumpliendo obras buenas, cultivando los valores sagrados de la vida (familia, amistad, cultura, naturaleza, solidaridad, paz, etc.)? ¿Dejas el trabajo para reposarte y gozar de la libertad de hijo de Dios? ¿Has trabajado en día de precepto sin necesidad? ¿Has participado en la Santa Misa, compartiendo con los hermanos en la fe? ¿En la Santa Misa has estado distraído, has conversado con otros, has distraído a los demás? ¿Has dado gratuitamente a los otros (fuera de tu familia) un poco de tu tiempo, de tus capacidades? ¿Te has ofrecido como voluntario creyente al servicio de la comunidad?

Honrar al padre y a la madre

¿Has obedecido, respetado, amado, ayudado a tus padres según tus posibilidades? ¿Has estado amable y disponible en familia? ¿Colaboras en las cosas de la casa y compartes la vida con los tuyos? ¿Creas serenidad, comunión, conversación con los otros o los haces vivir en la soledad y en el silencio? ¿Te preocupas por la educación de tus hijos? ¿Tienes cuidado de sus amistades, juegos, diversiones, lecturas? ¿Te sientes responsable del centro de estudios que frecuentan? ¿Les das testimonio con una verdadera vida cristiana? ¿Oras junto con tu familia? ¿Respetas a los ancianos, a las mujeres, a los niños? ¿Obedeces con lealtad a las leyes del Estado? ¿Cumples tu deber de buen ciudadano? ¿Asumes el valor que tiene tu participación en las votaciones públicas? ¿Has vendido tu voto por intereses privados? ¿Te has inscrito en asociaciones que tienen finalidad inmoral?

No matar

¿Consideras tu vida con un don de Dios, del cual no eres dueño absoluto sino administrador? ¿La respetas con la moderación en los alimentos, las bebidas, el tabaco? ¿Te concedes el justo reposo? ¿Huyes del alcoholismo, la droga? ¿Vendes o traficas con drogas? ¿Eres prudente al conducir el automóvil? ¿Has puesto en peligro tu vida o la de los otros? ¿Has procurado oportunamente cuidar tu salud o la de los tuyos? ¿Te esfuerzas por amar a los otros como a ti mismo y sobre todo como Dios les ama? ¿Haces a los otros lo que quieres que ellos hagan contigo? ¿Eres acogedor y solidario sobre todo con quien tiene menos que tú? ¿Te dejas llevar por la envidia? ¿Cultivas sentimientos de odio, rencor, venganza? ¿Ha tenido pleitos con alguien? ¿Respetas y ayudas al más débil de la sociedad: enfermos, incapacitados, ancianos, niños, pobres? ¿Eres racista? ¿Has perdonado las ofensas recibidas? ¿Te has procurado o a otra persona, o has aconsejado el aborto? ¿Has matado a alguien? ¿Has usado la violencia? ¿Has golpeado, herido o hecho enfermar a alguien? ¿Posees, conservas, usas armas peligrosas y ofensivas? ¿Has sido cruel con los animales? ¿Has hecho o deseado el mal a los otros?

No cometer actos impuros

¿Mantienes una concepción cristiana acerca del cuerpo, la castidad? ¿Has cometido con tu cuerpo actos deshonestos, obscenos o inmorales? ¿Te has permitido la lujuria, el autoerotismo, las perversiones sexuales? ¿Has frecuentado orgías? ¿Has tenido aventuras sexuales ocasionales? ¿Has seducido o deshonrado algún inocente? ¿Evitas las ocasiones y compañías malas o peligrosas? ¿Has conservado fidelidad al enamorado o enamorada? ¿Tienes relaciones prematrimoniales? ¿En el matrimonio tienes el sentido cristiano de éste sacramento recibido? ¿Amas, respetas, ayudas con generosidad a tu cónyuge? ¿La vida sexual es siempre expresión de amor, de donación total fecunda? ¿Has cometido adulterio? ¿Has usado mal o abusado del matrimonio no observando la ley de Dios y las enseñanzas de la Iglesia? ¿Has practicado en algún modo la contracepción? ¿Sigues y gustas conversaciones, películas, romances pornográficos? ¿Contribuyes al desarrollo y a la difusión de la pornografía comprando materiales obscenos? ¿En casa tiene estatuas obscenas, o pósters e imágenes pornográficas? ¿Piensas y hablas de la mujer o del hombre como si fuese solo un objeto de placer? ¿Ayudas, animas a la fidelidad de otras parejas?

No robar

¿TE convences de la palabra del Evangelio que «es imposible para quien ama el dinero entrar en el Reino de Dios»? ¿Sabes que la avaricia, según la Biblia es «idolatría», es decir adoración del dinero al puesto de Dios? ¿Practicas la usura? ¿Has prestado dinero con interés, destruyendo a personas necesitadas y en dificultades? ¿Eres honrado/a en el trabajo, en la profesión, en el oficio, en el comercio? ¿Lo que posees lo has ganado honestamente? ¿Te has aprovechado de los bienes de la comunidad o de los otros? ¿Trabajas lealmente en modo de merecer el estipendio mensual? ¿Has perdido el tiempo en el trabajo? ¿Has abandonado el trabajo sin verdadera necesidad? ¿Ha tomado regalías, sobornos, favores no debidos? ¿Has pedido recomendaciones para obtener ventajas o privilegios? ¿Estás convencido que la deshonestidad de los otros no justifica jamás la tuya? ¿Has pensado no sólo en tus derechos sino también en tus deberes? ¿Respetas los derechos de los otros? ¿En las reivindicaciones justas, tienes en cuenta el bien común? ¿Has hecho huelgas injustas? ¿Si das trabajo, pagas el justo estipendio a los dependientes? ¿Haces fraude al Estado? ¿Pagas con justicia las tasas? ¿Respetas cuanto le pertenece a la sociedad: carreteras, medios de transporte, edificios públicos? ¿Has procurado daños al ambiente, a monumentos, a propiedades públicas o privadas? ¿Has reparado o subsanado los daños? ¿Has restituido el dinero y otras cosas pedidas en préstamo? ¿Te vendes por obtener favores o ventajas? ¿Has cometido fraudes en las compañías aseguradoras declarando daños falsos y haciéndose pagar injustamente? ¿Has asumido siempre tu responsabilidad? ¿Practicas los juegos de azar? ¿Has perjudicado a tu familia con los juegos? ¿Has falsificado cheques? ¿Has utilizado conscientemente dinero falso? ¿Has comprado mercancía sabiendo que era robada?

No dar falso testimonio

¿Eres falso, desleal, engañador? ¿Con tu palabra engañas al prójimo? ¿Has dicho mentiras? ¿Has emitido juicios precipitados? ¿Has acusado injustamente a tu prójimo? ¿Hablas mal de los otros? ¿Dices chismes? ¿Has jurado en falso? ¿Con tu ejemplo has enseñado a tus hijos o a otros a mentir? ¿Con un silencio culpable has encubierto hechos delictivos? ¿Has calumniado, difamado? ¿Has reparado eventuales difamaciones o calumnias?

No desear a la mujer (u hombre) de los otros

¿Has custodiado la modestia y el pudor en tu vida y en tus pensamientos? ¿Tienes una mente «limpia»? ¿Has mirado a mujeres u hombres con concupisencia? ¿Te has complicado voluntariamente con pensamientos y deseos impuros? ¿Buscas con una moda o con el modo de comportarte suscitar en los demás deseos, turbaciones, excitaciones? ¿Aceptas que es una violencia moral y un escándalo?

No desear los bienes ajenos

¿Te lamentas siempre de lo que tienes, diciendo «Felices ellos que tienen…»? ¿Amas el lujo y la magnificencia? ¿Desprecias el valor evangélico de la pobreza? ¿Eres envidioso de los bienes y de las cosas de los otros? ¿Deseas el mal y gozas del mal de los otros? ¿Cómo vives aquello que Cristo ha enseñado «Bienaventurados los pobres de espíritu»?

Cfr.

  • El Primicerio de la Basílica de San Ambrosio y San Carlos en Roma. Mons. Raffaello Martinelli.
  • REDAZIONE DELLE ESD, Sintesi della morale católica – Ed. Studio domenicano, 1995, pp. 101-108.
  • CETECISTMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Tercera parte.